Fin de semana en La Cerdanya de la sección Porsche del Clàssic

La sección Porsche del Clàssic celebró el fin de semana del 30 de junio y 1 julio su 32ª salida, que en esta ocasión era la tradicional salida anual de dos días.

Este año, la propuesta era una vuelta -casi- completa al macizo del Cadí, un paraje realmente precioso en esta época de inicio de verano, todavía con poca presencia turística pero con una naturaleza en plenitud. No es de extrañar, pues, que se consiguiera el límite de participación de 25 vehículos Porsche en el punto de partida.

El recorrido planificado incluía la subida a la comarca de la Cerdanya por el famoso puerto de la Collada de Tosas, un itinerario clásico donde los haya, sobre todo para quienes recordamos cuando solo disponíamos de esa carretera para acceder a La Molina (y su emblemática estación de esquí), Puigcerdà y Francia, por la coqueta Bourg-Madame. Eran los tiempos en que disfrutábamos como no estaba escrito con el 600 de casa creyéndonos Hannu Mikkola o Björn Waldegård y, encima, ¡sin pagar peaje!. A continuación, íbamos a buscar la N-260 de toda la vida hasta La Seu, con el aliciente de la merecida comida en el restaurante Castell de Ciutat (qué bello comedor, fastuoso, digno de reyes, con acogida y cocina perfectas, qué más se puede pedir). Y así, con semejante avituallamiento, por la tarde disfrutamos de la visita guiada al conjunto catedralício y casco antiguo de la población antes de enfilar de nuevo hacia la carretera en dirección a Peramola para cenar y dormir en Can Boix (lugar también muy recomendable por la acogida, el alojamiento, la cocina… y la piscina, todo sea dicho en estas épocas de calores irremediables).

Por así decirlo, ésta fue la parte más acomodada de la salida. El apartado más turístico de la misma, siempre agradecido y bien recibido por los participantes. No obstante, el domingo, tras un desayuno en que los amantes del queso y los embutidos alcanzamos altos grados de felicidad, venía la parte seria: ¡prepárense para la ruta! Desde la carretera a La Seu, más arriba de Organyà, y por senda asfaltada (no seríamos capaces de catalogarla como carretera) nos dirigimos a Montan de Tost, La Barceloneta, Sorribes y Montargull hasta Tuixent. Buen trote. Recorrido duro donde los haya pero con la compensación de un paisaje fantástico.

Tras el reagrupamiento en Coll de Port, iniciamos la bajada hasta Sant Llorenç de Morunys, con paso por el Coll de Jou, dirección Solsona por Timoneda y Llena y con parada en Olius. Allí, teníamos pactada una nueva visita guiada a la cripta de Sant Esteve d’Olius, una maravilla del siglo XI, y al cementerio modernista. Nadie se quiere morir, ojo, pero ante lo inevitable del trance, este cementerio sería una buena elección para el eterno descanso. Solo es necesario un pequeño detalle, estar empadronado en la parroquia con antelación. De ahí, se dio paso a la comida de despedida, la próxima villa de Gironella, donde la digestión se realizó por etapas... dada la lentitud del servicio.

Al menos dio tiempo a comentar el total de 363 km desde la salida hasta la llegada en los dos días, además de los viajes de ida y vuelta a casa que cada uno tuviera que afrontar. Un buen fin de semana para disfrutar de nuestros Porsche que, como no podía ser de otra forma, dio pie a bastantes anécdotas, de las cuáles, un servidor no puede dejar de dar fe de algunas de ellas.

Por ejemplo, sabíamos con antelación, porque unas semanas antes pasamos por ahí en la preparación de la salida, que la carretera de bajada estaba cortada por obras de larga duración desde la misma Collada hasta Alp, lo que obligó a volver a dibujar el itinerario ya terminado y bajar por La Molina y Alp. ¿La paradoja?: el permiso del Servei Català de Trànsit nos seguía autorizando a pasar ¡por el tramo cortado! Tristemente, nos perdimos la bajada desde La Collada, más estimulante y evocadora que por La Molina.

También tenemos que comentar el tema de la temperatura, que siendo el primer fin de semana de julio, pues se entiende que era ya el habitual por estas fechas. No estuvo mal. Por fin, pudimos pasar de la lluvia de las dos primeras salidas del año al sol tórrido de ésta, para injusto castigo de los que tomamos la encomiable iniciativa de sacar a pasear lo más viejo de casa… que no cuenta con aire acondicionado, claro. Siendo positivos (quién no se consuela es porque no quiere), redescubrimos la utilidad de las pequeñas ventanillas delanteras orientables, antes tan en boga. Por fortuna, la piscina de Peramola, antes de la cena, obró incontables resurrecciones.

Como manda la tradición, un coche recién restaurado (de película, dicho sea de paso), en pleno estreno, quedó parado en plena carretera. Afortunadamente, cuando ya pensaba en el servicio de asistencia del RACC y se resignaba a los inconvenientes propios del suceso, su dueño descubrió la desconexión de un humilde cable a la bobina. ¡Eureka! ¡ufff, no había sido nada!

Todo esto y variados despistes de ruta fueron la sal y la pimienta de las dos jornadas de la salida de la sección Porsche del Clàsic Motor Club del Bages. No obstante, como en la mili, esas cosas son las que dan contenido a sabrosas tertulias, chanzas y burlas mutuas, sentimiento de pertenencia a una secta de locos… y buenos recuerdos.

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